sábado, 10 de abril de 2010

Terremotos en el 2010

Con los sismos que se registraron en Tijuana y Mexicali la semana pasada ya van 6 los que  han ocurrido en este año que tuvieron una intensidad de más de 5 grados Richter. Mucha gente se preocupa y cada uno tiene una explicación. Una persona me dijo que Dios está enojado por la maldad de la gente y me enumeró una serie de pecados manifiestos que se están dando en diversas regiones del planeta y que esa es la razón de tantos terremotos, otros dicen que ya son los tiempos finales, en fin mucha gente está asustada.


En una ocasión le preguntaron a nuestro Señor alguna cosa semejante, en Lucas 13:1-5 leemos “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Cuando somos testigos u oímos de una tragedia, hay una reacción buena y otra mala. La mala es la creencia que los involucrados han sufrido porque son peores pecadores que los demás pecadores. En cambio, hay una reacción que agrada a Dios y sirve para los propósitos de su plan eterno.

Sabemos que todas las personas son pecadoras, estas personas que sufrieron en tiempos de Cristo no fueron inocentes, aunque probablemente había creyentes entre ellos, pero hemos aprendido que todos padecen, tanto creyentes como no creyentes. Las tragedias que resultan en dolor, pérdida y muerte son el fruto de la caída de la humanidad en Adán. Toda la creación está gimiendo bajo la esclavitud de la caída. Cuando leemos que un terremoto mata a miles de personas como en Haití, Chile o Tijuana, Dios nos está demostrando los resultados del pecado. Por consecuencia, al ver la enfermedad, la aflicción y la muerte, somos recordados de nuestro débil estado y el costo de nuestra justificación por medio del Redentor en la cruz.

También destacamos que la aflicción de los demás es un llamado al arrepentimiento para quienes conocen del evento. Cristo llamó a sus oyentes a considerar lo que ellos merecían. La tragedia de los demás es una misericordia para quienes lo ven. Dios en su paciencia, llama a su pueblo y al mundo inconverso para arrepentirse de su pecado.